sábado, diciembre 31, 2011

Manifiesto Cómodo e Insensible

Soy uno y soy muchos, hablo en plural cuando me siento solo, tengo más nombres que el miembro viril, y una orquesta entera adentro de la cabeza que nunca ensaya y siempre desafina.

Soy una persona que inspira confianza precisamente porque te dice de entrada que no puedes confiar en ella, tengo más amigos que Roberto Carlos, me cuesta odiar a la gente que llego a conocer (y aún así, hay honrosas excepciones), casi no tengo enemigos y los que me van quedando es porque no los he llegado a conocer personalmente. Soy “perspicaz” para los que me quieren, “suspicaz” para los que no me quieren tanto y “paranoico” para los que me quieren ver muerto (cáptese la sutileza humorística de esta última afirmación).

Tempranamente me di cuenta en las clases de castellano que yo no servía para la poesía y me creí genial cuando inventé que iba a escribir “anti-poemas”. Después llegaría el momento de sentirse como un perfecto imbécil (o atrasado en el arribo al mundo) al aprender (fuera del colegio, que es donde aprendes las cosas que te sirven) que la antipoesía ya estaba archi-inventada.

Puedo conmoverme, pero aún así me convertí en un anti-artista (o un anartista, más bien). Nunca me gustaron las escuelas de bellas artes, los talleres de literatura, y todo aquello que me forzara hacia ciertas maneras "correctas" de sacar lo que llevaba dentro. Aprendí solo a hacer las cosas mal y a mi pinta. Mi técnica se basa en la ausencia de técnica, pues sólo así puedo ser fiel a mi método.

El ser un anti-artista me dio la libertad de no tener que ponerme ropa amanerada cuando no quiero, ni frecuentar el barrio Lastarria. Me permitió no ir a los bares de moda, ni tener que gastarme la plata en las tiendas de ropa usada. Como ven, me dejó ser prejuicioso sin remordimientos. Me facultó para hablar con palabras que no me prestó nadie y que significaban algo. Me dio la libertad para hacer de todo, sin limitarme porque no sabía hacer nada. 

El anti-arte me permitió dibujar, escribir, editar vídeos, sacar fotos, componer música descompuesta, entre otras cosas.

Debido a que Parra no me dejó opción con la antipoesía, pude ser antimuchasotrascosas

De este modo llegué a descubrir algo que seguramente cuando aprenda más me daré cuenta que ya existía: la antimúsica. Y digo “descubrir” porque la antimúsica no es algo que se pueda “inventar”. Es un territorio que se “descubre” pero que jamás debe  ser “conquistado”, es una tierra donde caben todos, es un lugar que no sale en los mapas  y al que es fácil llegar si te vas por fuera de los caminos ya marcados. Es un lugar al que no cuesta llegar, precisamente porque no sale en los mapas.

Hacemos antimúsica con todas las músicas que tenemos a la mano. Porque cuando ya todo ha sido inventado, lo original o novedoso de lo presente es lo que se ha olvidado del pasado. La fragilidad de la memoria ayuda a la experiencia de novedad. 

La antimúsica busca provocar y reírse (pero no sólo eso). Letra y música sirven y se potencian en ese fin. No hay rebeldía sin alegría. Los rebeldes serios son los que te cagarán en el futuro cuando estén en algún puesto de poder y se vuelvan más serios y menos rebeldes. No se puede confiar en la gente seria.

La antimúsica no tiene género predilecto, pues dependerá de lo que puedan tocar los que empuñen los instrumentos.

La antimúsica lo permite todo: puedes escucharla, tocar una guitarra imaginaria, palmotear ritmos sobre tu mochila mientras vas en la micro, cantar, chillar, desafinar, recitar, escribir, grabar, mezclar, tocar instrumentos, diseñar carátulas, dibujar cómics, sacar fotos, inventar canciones, grabar vídeos, hacer páginas web, inventar palabras, escribir artículos, crear pasquines, organizar conciertos, editar discos o libros... Todo lo que se te ocurra como medio de expresión aparejado a la música vale. Ser antimúsico no se agota en cantar y exhibir tus composiciones o des-composiciones (ni siquiera es necesario saber cantar y tocar), se trata más bien de una cuestión de actitud y de intención comunicativa.

La vanidad de los artistas es casi tan grande como la de los antiartistas, a quienes los primeros nos parecen unos vanidosos de mierda, porque nuestra ventaja es que nos damos cuenta de la vanidad que llevamos dentro al querer ser distintos.

Renuncia a tu vanidad, pero no a tu autoría: hay que hacerse cargo.

La antimúsica no tiene vanidad. La antimúsica no es “arte”, es “harte”. Si nos decidimos  (y decimos) antimúsicos es porque nos hemos hartado de todo, incluido el arte y el antiarte. 

Hablamos en serio, de manera poco seria. No nos atamos a nuestra(s) palabra(s), aunque a veces tenemos palabra. Casi nunca nos arrepentimos, pero el “casi” nos permite hacerlo cuando es conveniente. No confíes nunca en nosotros, no te creas nada, quizás esta advertencia es lo único que nos convierte en personas confiables. 

Toda convicción es una pérdida de libertad. No busquen en nosotros fidelidad a este manifiesto, porque de ese modo el haberlo escrito no serviría para nada. Nosotros no redactamos contratos.

Ya lo hemos dicho antes, las organizaciones anti-musicales somos tan inestables como el uranio, pero mucho más alegres. Hablamos con muchas voces, nos conocemos de muchas vidas y muchos lugares, nos juntamos tanto como nos separamos, somos contradictorios como toda persona que está dispuesta a ser persona.

No somos nada, pero también somos antimúsicos. Somos hartistas. Somos ambiciosos, pues queremos ser normales. Esta etiqueta puede ayudarnos a prescindir de las etiquetas.
Si hablo en plural es porque alguna vez me he sentido solo. Soy Armando Problemas, Fran Fracaso, Juan Fiasco, René García & el vecindario. Soy Diego Armando Metadona, el Niño Bravo, Kemo Iglesias y John Revolta. Soy Sioux Vicious, Neil Sudaka, Bob Dealer y Santiago Antiparra. Si tengo suerte, seré muchos otros. FPR son las siglas del nombre que me pusieron en el carnet y es el nombre que uso para ir a trabajar y cuando me ponen un timbre en los aeropuertos. Todos podemos ser muchas personas si sabemos que todas ellas son una sola, todos podemos crear.


Poroto
(Rincón de Seca, diciembre de 2011)


1 comentario:

Anónimo dijo...

En realidad no somos nada... Y eso ya lo sabíamos...